Kanamory, a través de los años, ha ido conformando lo que ahora se conoce como la Pedagogía para la Felicidad, cuyo motor central radica en que “solo tenemos una vida, hay que vivirla con alegría” a través de “crear fuertes vínculos” entre los alumnos aplicando diferentes técnicas pedagógicas.
Una de ellas, “cartas del cuaderno”, consiste en misivas escritas por cada alumno en su propio cuaderno y luego leídas en voz alta a sus compañeros en donde se expresan sentimientos de alegría, irritación, firmeza, gratitud, etcétera, experimentados en diferentes circunstancias a lo largo del año.
En la clase se enseña a los niños, además del programa lectivo, a manejarse en relaciones problemáticas, como la infelicidad o el alejamiento o pérdida de los seres queridos. Incluso se les enseña a ponerse en el lugar y a apoyar a los compañeros que han pasado por ello.
Kanamory muestra cómo lograr que los niños vayan construyendo su propio camino hacia la madurez.
“Deja que la gente viva en tu corazón”, parece ser el lema principal de este Método Kanamory a través del cual se define que el trabajo más importante del maestro es enseñar que la vida tiene un gran valor.
Constantemente anima a sus alumnos a experimentar la alegría de vivir y a aprovechar todas las oportunidades de expresar su personalidad individual.
La Educación debe ser el medio mediante el cual despertamos la "Humanidad" en nuestros niños, y ya no va a importar si será un médico o un obrero, si hemos conseguido que este niño al transformarse en hombre, haya logrado crear un rico mundo interior, que sea capaz de sentir las cosas, una melodía, un atardecer, el llanto de su hijo, los problemas de su vecino, la brisa de un día de invierno, que se haya transformado en un “buen hombre o una buena mujer”. Si hemos formado seres humanos felices y satisfechos de lo que son, entonces habremos logrado caratularnos con el rótulo que tan gratuitamente obtenemos ahora de Maestros.
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